Libertinaje musical en el culo del mundo

El otro día el algoritmo youtubeano me invitó a darle play a un concierto que dio la actual formación de Bersuit Vergarabat el año pasado, conmemorando los veinte años de Hijos del culo, disco que a mi criterio sin dudas significa el pico máximo de inspiración, arrojo y elasticidad sonora en toda la trayectoria de la clásica banda argentina que subía al escenario –y aún sigue subiendo- en pijamas, homenajeando a los internos del Hospital Interdisciplinario Psicoasistencial José Tiburcio Borda, como lo establecieron desde la época de Y punto, su debut discográfico de 1991*.

No me parece nada casual que el tema que mejor sonó en aquel concierto haya sido “Porteño de ley” (temazo), ya que es la única canción del disco que aún puede ser interpretada en vivo por su cantante original, el guitarrista Víctor Alberto “Tito” Verenzuela, cuyos aportes compositivos a la banda constituyen una saga de ironías musicales sobre el exceso de drogas, el buen vivir al modo new age y, como en este caso, el prototipo del porteño canchero que-no-te-va-a-cagar. Es más, hace un tiempo hicieron una reversión de esta joyita oculta de su repertorio –u ocultada por su decena de hits radiales- con bandoneón y a todo piano que es incluso mejor que la original. Que la voz de Tito esté notoriamente ajada le otorgó a la performance un halo saludablemente contradictorio con el tono aséptico y eminentemente revisitador del show.

Esa asepsia, confirmada por la situación de escenario vacío propia de la pandemia, debió ser interrumpida a la mitad de mi experiencia como espectador para buscar vivos de esa época de ebullición, cuando Gustavo Cordera era para la opinión pública un psicópata llamativo y no un machirulo cancelado como hoy. Llegué a lo random a una versión de “El gordo motoneta”, canción que abre el disco y forma parte de la larga serie de piezas en las que el pelado habla de la cabeza como ese enemigo que no frena un segundo, en la que, ante miles y miles de personas congregadas en el San Pedro Rock, otro ítem del auge festivalero dosmiloso, el frontman saltaba en cuclillas como una rana mientras temblaba y se golpeaba la cabeza al ritmo de corazonesenlaollayandáacantarleamagoya. Antes de convertirse en esa especie de gurú zen que es su forma sayayin actual, Cordera sabía caminar con éxito por las cornisas del libertinaje escénico. 

Dos niños mutantes ocupan portada y contraportada del álbum ¿Genética del riachuelo?

“Libertinaje” fue justamente el nombre que llevó la placa anterior a la que nos compete, la que a través de “Se viene”, “Yo Tomo” y el cover de “Sr. Cobranza” llevó a la agrupación a la más alta rotación en radios y cadenas musicales de tv por cable (snif) alcanzada hasta el momento. Ya estaba Gustavo Santaolalla en la producción, antes de ganar un par de premios Oscar y de hacerse un autohomenaje en Netflix. El ex Arco Iris también produjo “Hijos del Culo” y eso se nota. Al igual que en otros clásicos del rock latinoamericano que produjo, como “Re” de Café Tacuba o “De bichos y flores” de La Vela Puerca, la prolijidad prima: las líneas de bajo son claritas, la voz se encuentra bien al frente, cosa que se entienda todo lo que se enuncia, y el resto de los elementos ocupan su justo lugar. La heladera en la cocina y el inodoro en el baño, como dicen los futboleros citando a Menotti para justificar prácticamente cualquier cosa.

“El título remite un poco al lugar geográfico, un poco a la condición de haber nacido en desventajas”, afirma el baterista Carlos Martín en un documental de doce minutos que acompaña el DVD De la cabeza, el disco en vivo que terminó de afianzar la masividad de Bersuit, y que dio a conocer sus gemas de pasados tiempos subterráneos, convirtiéndose en un objeto imprescindible para quienes, como yo, eran adolescentes en ese momento. La condición austral de nuestro territorio como punto de referencia de la obra no es algo que muera en el título del álbum, sino que se afirma en las musicalidades rioplatenses de “Es Importante”, “Desconexión sideral” (cuyas frases poblaron muchos nicknames de usuarios de MSN por aquel entonces) y sobretodo de “Negra murguera”, auténtico himno de vereda y riachuelo, grabado junto a los uruguayos de Falta y Resto. Y a riesgo de blasfemia me arriesgo a ubicarlo como la “Bohemian Rhapsody” rioplatense, compitiendo palmo a palmo por ese lugar con el “Brindis por Pierrot” del prócer y leyenda viva Jaime Roos. Solo que mientras este último respira Montevideo, el otro exuda Avellaneda, Barracas y La Boca desde los parlantes/auriculares**.

El músico uruguayo Alejandro Balbis colaboró en la producción de los temas de ritmos rioplatenses.

Si pese a tener en su repertorio cumbias y cuartetos, Bersuit no fue mal visto en los límites estrechos que fijaba el rock barrial de los 90 –tanto en su dimensión punk como rolinga- fue por dos razones: la primera es la condición de género, el hecho de ser ocho chabones en el escenario que le cantaban muy seguido al sexo en los términos propios de lo que se espera que sea la masculinidad, y además referenciar seguido a las drogas, artefacto de uso ritual para todo rockero que se precie de tal en los albores del nuevo milenio; y por otro lado, por hacerse cargo de una temática de vieja data para el rock argentino, como es la crítica a la alienación social y las consciencias dormidas, en este caso  las propias del tardocapitalismo post caída del Muro de Berlín, escenario de vía libre para las estragadoras experiencias neoliberales en la región. Si en su debut discográfico, Sui Generis denostaba en “Natalio Ruiz, el hombrecito del sombrero gris”, toda la chatura de la cotidianidad pretendida, boba y dada, en “La del toro” Cordera fue un poco más prosaico: “no droguen más al toro, dróguenme a mi. Preciso fantasía pa seguir”. Y si por entonces Ricky Martin pregonaba por MTV los beneficios de vivir la vida loca, Cordera decía buscar un golpe de suerte para dejar la vida boba.  

El primer corte de difusión del disco fue “La Bolsa”, la primera canción desde “Verano del 92” de Los Piojos que logró convertir en himno de masas una letra sobre el consumo de drogas, sin articular prácticamente ningún eufemismo. El ingenio popular, que en aquél entonces se expresaba en posteos de Taringa, señalaba como protagonista de esta canción al mismísimo Carlos Mona Jiménez. Incomprobable. Estadios enteros han coreado términos como “cameruza” o “mandibulear”, y toda una generación de púberes, la mía, que habíamos comprado el CD trucho en algún puesto callejero sostenido por caballetes, aprendió que la merca te saca el hambre (“Nos comimos una vaca cruda y nos parece poco”, vociferaba un Cordera que pedía por favor que Huguito devuelva la bolsa). Historia parecida, pero con mayor contenido social, traía el track dos y quizás el clásico más inoxidable de la Bersuit: “El viejo de arriba”. Según afirmó el cantante en una entrevista de hace algunos años en el ciclo televisivo Duro de Domar, la canción, más que tratarse de una metáfora de Dios, está basada en un hecho real, en la que un tal “gato” les disparó al grito de “vos no cantás más” a Cordera y Juan Subirá por hostigamiento permanente, hiriendo de bala al  tecladista. Los músicos no radicaron la denuncia policial por el ataque armado porque según ellos el agresor tenía razón.

Hijos del culo marcó el debut en la banda de Daniel Suárez y el «cóndor» Sbarbatti. Hoy son los frontmans de Bersuit.

Otro item del disco que aún a veintiún años de editado sigue gozando de buena salud es “Toco y me voy”, soundtrack instalado en cuanto compacto deportivo de la fecha del campeonato hagan en TV. Y también muy covereado, como la sentida versión del siempre sentido prodigio de Florencio Varela Nahuel Penissi. La temática futbolera es otra cosa que hizo de Bersuit una banda aceptada por el rígido cánon rockero de entonces, en tiempos de banderas y bengalas en los conciertos, junto con la lógica del “te sigo a todas partes” como razón de ser de los espectadores de rock. Pocos años después, esta canción tendrá una segunda parte más enmarcada en lo que sucede adentro del campo de juego, hablo de “El baile de la gambeta”, que fue tocado en vivo en el Luna Park en aquella mítica última emisión de La noche del diez, el experimento televisivo de Diego Armando Maradona.

Como esta nota no tiene cierre, paso a contar que “el cierre, el cierre de cremallera, la cremallera, el cierre relámpago, el zíper o el cierre éclair1​es un dispositivo dentado que se aplica en la industria de la confección de diversas piezas de indumentaria. Los usos más comunes de la cremallera son: en la vestimenta (como parcaspantalones) y en los equipajes (tales como mochilasmaletascarteras).

  • Sirven para unir o separar dos partes o piezas de un género, tela o membrana.
  • Sirven para unir o sacar completamente una parte de algún textil.
  • En ciertos casos, como en algunas maletas, es usada para disminuir o aumentar su tamaño y capacidad, plegando sobre sí mismo el género que conforma las paredes.”

*esta nota fue escrita en pijama de manga larga, festejando como se debe la llegada de las bajas temperaturas a Buenos Aires.

** “No mates a un artista diciéndole que es nuestro mitad John Lennon, mitad Caetano Veloso, estás proyectando que quéres que te garchen entre los dos. Flaco… no tenés identidad ¿Por qué renegás de tu identidad? Charly es nuestro García y Caetano Veloso es Caetano… no van juntos con un guión en el medio. Son artistas por separado y son descomunales cada uno por su lado. Yo soy tu Luis Alberto, quedate con eso. Querés llevarme a la cucha, llevame… pero tené identidad. Queré lo nuestro ¿Olmedo qué es? ¿Nuestro Buster Keaton? No tarado.”, decía Spinetta en una entrevista radial de 2008 a Gillespie, del recordado ciclo Falso Impostor, acerca de este tipo de comparaciones irresistibles.

Deja un comentario