LOS MIEDOS es una película de desarrollo muy oscuro y plagada de señales -intencionales o no- del horror que estaba ocurriendo en ese momento en el país. De todos modos, esto último no es más que la atmósfera en la que se desarrollan las acciones. El horror es simplemente el sentimiento más palpable que viven los personajes. Quizás si la miramos tratando de seguir el hilo de lo que ocurre en la historia que la película nos muestra, vamos mal: por eso subrayo la palabra alegoría como elemento central del film. El film en si mismo es una alegoría de las ataduras mentales y las supersticiones sin sentido, en definitiva, los miedos que no nos permiten dar a luz al nuevo yo. Creo que en ese sentido, LOS MIEDOS es un film que trata sobre el destino de trascendencia del ser una vez que se libra de esas ataduras, más que de lo que aparentemente muestra: una pandemia que arrasa a un país distópico, pero muy parecido a la Argentina de 1980, sometida a la represión despiadada y genocida de la dictadura cívico-militar del Proceso de Reorganización Nacional.
Se trata de una de las pocas películas de la época protagonizada por una mujer, Soledad Silveyra, que interpreta a una joven embarazada en el medio de una pandemia que arrasó a la sociedad y en la que el gobierno toma la extraña medida de exhortar a la población a emigrar al sur, mediante oscuros comunicados oficiales cuyo tono marcial guarda una semejanza íntima con aquellos que emitía la dictadura. En su escapatoria, la acompañan sus miedos: la legendaria Tita Merello representa la vejez y la decrepitud; Miguel Angel Solá, el machismo que impone conductas de sumisión; María Leal es la audacia de la juventud y el arrojo a la locura propio de seguir los instintos más íntimos; Sandra Mihanovich, la sujeción a los mandatos religiosos; y Aníbal Morixe, en una brillante interpretación, representa la enajenación mental. La protagonista entonces irá deshaciendose violentamente de cada uno de sus miedos en una larga peregrinación por los desiertos patagónicos.
LOS MIEDOS es una buena excusa para ver a la legendaria Tita Merello en colores y en una interpretación muy sentida.
En una entrevista televisiva, Alejandro Doria dijo que siempre fue un intuitivo, más que un estudioso. Y en esta película, particularmente, parece estar más presente la intuición que otra cosa, sobretodo en la parte central de la cinta, aquella de la larga caminata por una playa desierta en la que la afectación de los personajes domina la escena, quizás en un exceso de solemnidad que, sumado a la monotonía de la geografía que se muestra, me provocó cierta sensación de sofocamiento o embotamiento. Es una película de ceño fruncido, muy distinta al tono de los grandes exitos posteriores del director, como ESPERANDO LA CARROZA (1985) o CIEN VECES NO DEBO (1990), más en sincronía incluso con el tiempo social en que fueron filmadas.
En 2018 la película fue subida a YouTube después de años de una difusión más bien escasa, que incluyó una proyección en 35 milímetros en la edición 2013 del Festival Buenos Aires Rojo Sangre, de cine de terror, fantástico y bizarro. Les dejo el link para quien quiera verla:
La fuerza del tomuer 